Cuento ElRefugio (I) (II)



El refugio (I)

Caminábamos por caminos convergentes en aquel cruce solitario y polvoriento entre rocas de granito y poca sombra donde guarecerse de los elementos de la natura.
Los pasos de las cabras eran tan lentos que los nuestros parecía avanzaban a velocidad del sonido pero la precepción era engañosa desde la peña de los pinos torcidos.
Allá arriba, a la choza de la braña, queríamos llegar; cansados y con pocas ganas de dar pasos, nos sentamos tranquilamente, junto al rio, nos quitamos los abrigos, dejamos las cestas en el suelo y bebimos agua de nuestras cantimploras, agua fría de la sierra, de donde días antes habíamos salido, rumbo a las chozas... Tras el breve descanso rellenamos las cantimploras y reanudamos el viaje. El agua sobraba, el alimento escaseaba. La choza estaba tan alta, parecía inexpugnable.
El horizonte, cambiante toda la jornada, empezaba a teñirse del color del betún y la brisa se torno viento recio y arremetedor de todo y de todos; nos costaba avanzar así que buscamos donde refugiarnos y no había más que rocas redondeadas a nuestro alrededor. Después de unos minutos de indecisión nos sentamos con la espada pegada a la valla de piedra que delimitaba los prados y protegía el sendero que nos llevaría al refugio de la choza...
Ya se abría la noche, cerraba el día, cuando acampamos a la vera de un talud. Hacer fuego, la idea surgió casi de forma inmediata; un buen fuego acabaría con parte de nuestros temores, no en vano nuestros antepasados lo utilizaron como elemento cohesionador y al mismo tiempo disuasorio. En torno a el hace millones de años se decidieron los destinos del mundo, nosotros no éramos tan pretenciosos, solo mantendríamos el calor en la choza..........
En el silencio de la soledad se escuchaban los sonidos de la oscuridad, esos que en un libro de terror nos pondrían los vellos de punta, pero no, aquí dentro de la tienda todo era apacible, todo estaba donde tenía que estar  y salvo por el ruido de la maleza al romperse, ese chasquido que se escucha cuando se pisa furtivamente como queriendo que nada se escuche.
Ella pensó... Bahhh, es fruto del cansancio... Ella se llamaba Laura y era una de las integrantes de aquella, digamos expedición, que cada año se reunía para recorrer las maravillosas sierras y cada año se quedaban con ganas de repetir la experiencia.
Laura creyó escuchar de nuevo ese furtivo ruido... Pero no... Todo estaba en calma...
Miro el reloj, pronto se haría de día y llegarían a la choza donde reposaban al abrigo de varios días de intemperie...Todo estaba bien...

Laura salió de la tienda al frescor del alba y al aroma de jara y tomillo le acaricio suave despertando las ganas de absorber todo lo que le rodeaba... Fueron apareciendo sus compañeros de aventura acabando con la relativa paz haciendo canción con el trastear preparando  

Llego la hora de recoger las tiendas y mochilas, comenzar la subida... Mientras Laura se hacia una trenza en su cabello largo y rizados, de reojo vio que algo se movía sigilosamente entre los hierbajos...... – Gritó: ¡Una serpiente...! Todos dejaron de recoger y Tomás sin pensárselo siquiera, cogió un tronco del suelo casi podrido y golpeo con toda su fuerza al invertebrado que entre las ramillas del campo, quería huir...

Carcajada de los demás… una culebra posiblemente camino de su morada. Laura se puso roja de ira ante las risas y soltó todos los improperios que conocía con voz tan apurada que nada se le entendía provocando más risas, Amanda conociendo lo sensible que era Laura se acerco a ella e intentando calmarla se la llevo hasta la orilla de río donde la obligo a sentarse mientras escuchaba sus reproches a los demás entre lágrimas más de rabia que otra cosa, después de un rato y ya calmada Laura volvieron con el grupo donde se encontraron con sus mochilas recogidas y las disculpas de los demás por las risas.
Acababa de empezar la reunión anual y no era cuestión de estar una semana discutidos unos con otros.

Se pusieron en marcha, avanzaban charlando entre ellos, comentando lo que en años anteriores habían vivido y lo muchos que les apetecía repetir cada año. Siete años ya haciendo casi el mismo recorrido durante 20 días, 20 de los 30 de vacaciones que se tomaban siempre en el mismo mes, para no romper su sana y agradable costumbre.
Acordaron que comerían temprano, para poder seguir toda la tarde y hacia el anochecer llegar a la cabaña situada en un idílico lugar lleno de frondosa vegetación y un ancho y profundo río.
Eran casi las nueve de la noche y comenzaba a ocultarse el sol pero aún quedaba al menos una hora de día. Estaban cansados y deseando llegar. Justo al doblar la senda por la que iban caminando de uno en uno, por lo estrecha que esta era, asomaba su hogar, al menos iba a serlo durante los próximos días... Ehh Laura, dijo Javier, cuidado a ver si pisas alguna serpiente que salga a pasear a la sombra... Jajaja rieron todos y Laura entre dientes contestó... Muy graciosos, muy graciosos...
Allí estaba, por fin, cansados pero de buen humor llegaron. Esa noche cenarían bien, pues la cabaña estaba repleta de alimentos. Cada año, un guardabosques amigo se encargaba de tal menester y siempre les preparaba la cena de bienvenida...
Qué raro pensó Javier, no sale humo por la chimenea...
Cautelosos iniciaron el camino hacia la choza, que en realidad era una cabaña de piedras en toda la fachada, el tejado de tejas rojas, y unas enredaderas que sutilmente caían desde un lado a otro de la cabaña...
La puerta estaba atrancada y eso que ya debía haber llegado Félix que siempre se anticipaba un día para darle un repaso y cada año les recibía con la chimenea encendida y alguna broma, era el gracioso del grupo pero nunca había fallado los años anteriores siempre humeaba la chimenea y les sorprendía con alguna de sus gracias.
Desatrancaron la puerta y apareció la oscuridad del interior, Javier ya tenía su linterna en la mano y alumbro al interior entrando sin más reviso la sala y no vio nada raro, volvió a la puerta y les dijo que entraran que todo estaba en orden pero no había señales de Félix.  Entraron con las linternas encendidas, buscaron los quinqués de gas  y los encendieron, allí nadie había limpiado en un año, había polvo por todos los lados.
Tomas y Javier salieron a por algo de leña y encendieron la chimenea mientras Laura y Amanda revisaban el resto de las estancias sin encontrar rastro de Félix. Una vez encendida la chimenea se sentaron en el banco para calentarse mientras comentaban que podría haberle ocurrido a Félix, dos días antes había llamado les había llamado para recordarles que al día siguiente el ya se subía para la montaña.

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El refugio (II)

-Ya sé que acordamos que los móviles no se iban a utilizar mientras que estuviésemos aquí, salvo para una urgencia -dijo Amanda- pero creo que saber que le ha ocurrido a Félix, lo es. ¿A ver quien le llama??
Yo mismo -dijo Tomás-  a ver que nos cuenta... Nada no contesta, ¿qué hago? ¿Le dejo un mensaje?
Claro -dijo Javier- dile que se ponga en contacto con nosotros que mantendremos la línea abierta, porque algo grave ha tenido que pasar para que no esté aquí...
Se quedaron quietos, silenciosos, como esperando a ver qué ocurría... Así pasaron unos largos minutos, hasta que Laura dijo, creo que si queremos comer algo tendremos que echarle imaginación, no habrá cena suculenta, ya que Félix no ha llegado así que a ver que nos queda por las mochilas...
En medio de la cabaña, estaba la mesa de madera, fueron poniendo encima sus mochilas, y sacando lo que cada cual tenía, lo que les había quedado del camino... A Laura aún le quedaba medio queso de oveja, unos picos de pan y una lata pequeña de piña...
Con esto nos apañaremos –dijo Tomas sacando medio salchichón y una lata de sardinas de su mochila- venga limpiemos un poco esta mesa y sentémonos a cenar algo, después pensaremos que hacer por la mañana si Félix sigue sin dar señales de vida... Esta situación no me gusta, algo ha pasado... y no tenemos víveres, tendremos que bajar al pueblo.
Estaban disfrutando de sus pocos alimentos cuando suenan unos golpes en la puerta... Todos pegan un brinco en el asiento, porque nadie se esperaba la intempestiva llamada...
Calma, calma chicos -dijo Tomás sonriente esperando fuera el fin de la broma de Félix de este año- iré a ver quién llama a estas horas...
Al abrir la puerta un hombre alto y de mediana edad esperaba a ser atendido...
Hola buenas noches, que desea -dijo Tomás con cara de sorpresa...-
Hola, soy policía –dijo mostrando la placa- y no traigo muy buenas noticias para Vds...
De que se trata,  dígame...
Se trata de Feliz Villamarín, sabemos que se dirigía hacía aquí cuando tuvo el accidente...
¿Qué accidente, de que nos habla, que ha sucedido?
Perdón Felix, Villamarín... jo… pues que su amigo ha sufrido un accidente de coche y se ha despeñado cuando venía hacia aquí y lamentablemente...
Todos escuchaban atentamente y al escuchar al policía saltaron directos hacia él tropezando los unos con los otros, totalmente aturdidos por los que habían creído escuchar...
¿Qué ha dicho? ¿Qué le ha pasado a Félix, está bien?  -Preguntaban todos a la vez...-
El caso es qué... -Dice el policía con cara de circunstancias...- siento tener que comunicarles que Félix…, el señor Villamarín falleció anoche y antes nos explico que se dirigía a esta cabaña y que unos amigos llegarían hoy.
Se miraron unos a otros con las caras descompuestas. Amanda fue la primera en gritar, ¡¡¡Eso no puede ser…. Es imposibleeee….!!!
Javier totalmente conmocionado en un auto reflejó agarro a Laura al vuelo a punto caer desmayada al suelo.
Tomas respirando a bocanadas con la boca abierta se volvió mirando a los demás y sin mediar palabra  cayó de rodillas.
El policía municipal de la Puebla de los Pinos intento calmarlos pero  la conmoción era mucha lo último que imaginaron ante la ausencia de Félix al llegar a la cabaña fue que estuviera muerto.
Arturo, el policía, con gran paciencia los fue sentando a la mesa como pudo,  intentando calmarlos, cuando ya todos estuvieron sentados y en silencio cortado por los lloros, les dijo:
Siento mucho lo ocurrido, el cuerpo de su amigo se encuentra en el ayuntamiento de la Puebla a la espera llegue su familia a recogerlo.
Tomas le miro, ya había recuperado parte de la compostura y volviéndose a los demás dijo
-Creo que deberíamos bajar a la Puebla para acompañar a Félix mientras llega su familia.
Todos asintieron sin articular palabra y mecánicamente, como autómatas se levantaron y empezaron a recoger sus mochilas.
-Nos puede bajar en coche –dijo tomas dirigiéndose al policía-
-Por supuesto señores en el Land Rover , aunque un poco apretados, caben todos. Cuando estén listos nos vamos.

Continuará…

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